El objetivo de disparar un arma de fuego desde una distancia corta a la cabeza del animal es matarlo al instante. El proyectil libre, que puede ser una bala o una carga de un disparo de plomo, lo logra destruyendo la parte del cerebro que controla la respiración y otras funciones vitales: la médula oblongada (el bulbo raquídeo). En la fracción de segundo previa, el proyectil debería pasar también por la corteza cerebral (cerebro superior) y el cerebro (mesencéfalo) causando un gran daño y destrucción (Figura 1). Este daño, además del efecto de conmoción del impacto del proyectil, dejará al animal insensible al instante y la destrucción posterior del bulbo raquídeo impedirán toda posibilidad de recuperación.
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Figura 1: Vista lateral del cerebro de un mamífero Clave: Cerebro superior/corteza cerebral (1), mesencéfalo/cerebro (2), bulbo raquídeo/médula oblonga (3), médula espinal (4) |
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